Veinte años de ejercicio arquitectónico entre el diseño y la construcción

Abstract

Armado de ilusiones, una regla paralela y el borrador eléctrico, salí a la calle en busca de trabajo luego de 8 años colaborando en el mismo estudio de arquitectura. Meses después tuve por fin mi primera oportunidad de llevar a cabo un proyecto. Era una pequeña ampliación de 100 m2 en los aires de una casa de 2 pisos para unos amigos del colegio. Para tal época, trabajando con AOZ, ya habla acumulado decenas de experiencias negativas en la etapa de obra cuando el contratista ponla trabas a cualquier detalle o propuesta que tuviera algún nivel de dificultad en su ejecución, y por lo general, sólo estaba interesado en facilitarse el trabajo repitiendo procedimientos cómodos y conocidos. Para ello, el contratista, (ingeniero en el 99% de los casos), contaba con una carta ganadora: toda tarea que juzgara compleja o engorrosa era definida como carísima con lo cual, el cliente optaba casi siempre por solicitar una solución más fácil. Eran otros tiempos donde el mundo estaba dividido en arquitectos: creativos y de gabinete, e ingenieros: “ejecutores” de obra. En esa coyuntura que ya empezaba a cambiar, me propuse aprender esa parte del oficio que me permitiera construir yo mismo aquello que otros no querían hacer. Mientras tanto intenté establecer una condición fundamental con mis clientes: todo proyecto implicaba una supervisión cuidadosa de mi parte y la elección del contratista adecuado. Tal condición se dio en mi primera obra y tuve la oportunidad de controlar el proceso, elegir los materiales y acabados, resolver los detalles y encuentros, improvisar cambios y mejoras, aprender que lo “accidental” puede ser incorporado al proceso de diseño y obra, y que hay temas de escala y proporciones que sólo pueden ser resueltos en obra. Esa primera obra asociada a lo constructivo es una experiencia extraordinaria que debe asumirse lo más temprano posible. En ese proceso de llevar a cabo la obra, de participar activamente en su construcción, de conseguir el mejor resultado posible con los recursos técnicos, humanos y económicos que se dispongan, es lo más parecido a la Creación: un objeto pensado por nosotros se convierte en realidad, y yendo más allá de la obra de arte, atiende necesidades humanas con calidad, convirtiéndose en una sucesión de espacios donde fluye la vida. Luego, en el largo y doloroso camino de aprender a construir bien, descubrí poco a poco, otro mundo donde la materialidad, el detalle, la junta y el encuentro, son protagonistas. Estoy convencido de que, entendido creativamente, este conocimiento constructivo se traduce en mucho más que mero oficio, es un requisito necesario para ser un verdadero arquitecto. La construcción se convierte en ese momento en una variable activa y retroalimentadora del proceso de diseño ayudándonos a tomar muchas decisiones correctas y a desarrollar una arquitectura pertinente y apropiada a los requerimientos del cliente y del lugar. Viéndolo en retrospectiva, de aquella primera obra supervisada con mucho cuidado debido al sistema constructivo escogido, de planchas de fibrablock y estructura de madera que requería una modulación precisa, y el desarrollo y solución de múltiples juntas y encuentros, nacen y se mantienen hasta hoy las preocupaciones esenciales que alimentan mi manera de entender lo constructivo. Muchas veces quedamos marcados por esa primera experiencia y ese primer aprendizaje, tratemos por ello de hacerlo lo mejor posible, dedicándole todo el tiempo que sea necesario y nuestra mayor atención ...